16 oct 2012

Sangre en las manos

Acurrucada, encogida en sí misma, con los ojos cerrados de los que ya no brotaban más lágrimas…(no podían, no existían…, se le habían terminado), rotas sus vestiduras, su piel y su alma… esperó asustada a que los pasos dejaran de oírse allá, a lo lejos.

Cuando ya no se oía nada, solamente su corazón latiendo desgarrado y el silencio que sólo el dolor puede emitir, separó los brazos de su cara y miró a un lado y a otro para asegurarse de que por fin estaba sola, de que allí ya no había nadie más que ella.

La mente en blanco. Su cuerpo de niña manchado, ultrajado…

Entonces supo que era el momento en que nada importaba más que salir de allí. Pudo, por fin, ponerse en pie, ayudándose con sus brazos, resbalándole las manos empapadas… en sangre... cuando quería sujetarse a las rocas.

Sangre roja, pegajosa… que parecía camuflarla de su propia verdad, de la propia realidad que acababa de vivir.

La noche era oscura, tanto, que apenas distinguía sus pequeños pies ensangrentados a cada paso que daba, mientras iba bajando entre el barro y las piedras por el camino que llevaba del monte a la aldea. A lo lejos, se adivinaba alguna pequeña luz de, seguramente, alguna bombilla encendida en alguna de las viejas casas de piedra. Fijó su vista en ella y la tomó como guía.

En un recodo del camino, a pocos metros de la aldea, pudo oír el sonido del agua que brotaba de la fuente y se acercó a lavarse. No quería llegar sucia a casa. No quería que nadie supiera lo que había pasado. Y aunque lavaba y frotaba con fuerza la sangre en sus manos, era incapaz de verse limpia.

Al calor de la lareira, su madre la estaba esperando. Ya hacía bastante tiempo que su hija tendría que haber vuelto, pero la niña no llegaba… Al oír sus pies junto a la vieja puerta de madera, se levantó y corrió a abrazarla en silencio. Y, por más que la pequeña intentó esconder lo que había ocurrido, su madre pudo adivinarlo: aún llevaba sangre… y sangre en las manos.

Ni una lágrima. Sólo cariño a su hija. La lavó, le cambió las ropas sucias, la envolvió con amor en las blancas sábanas de su cama y se quedó a su lado hasta que la pequeña consiguió quedarse dormida….

Entonces, las heridas viejas mal cicatrizadas se abrieron de nuevo. El odio y la rabia se apoderaron de ella recordando su infancia, reviviendo en su hija lo que ella misma había vivido…, maldiciendo a aquel hombre que la había violado y que ahora, por ella haber callado, repetía su hazaña sin saber que su pequeña víctima había sido, en realidad, el fruto que él en su vientre, años atrás, había engendrado.

Recogió la madre las ropas ensangrentadas de su hija y las envolvió en una vieja sábana. Con la frente muy alta, salió a la puerta de su casa tras asegurarse que la pequeña seguía dormida. En sus manos, aquella prueba ensangrentada. En su mente… dolor y deseo de venganza.

Cruzó la aldea hasta la puerta de la casa que ella conocía bien, por la que su verdugo, quien la mató en vida, y que ahora había revivido con su hija, hacía ya unas horas que había regresado y entrado… Y la luz de la luna iluminó en ese momento la manilla de la puerta, señalando lo que ella ya esperaba: aún no había limpiado su dueño las huellas de sangre que dejó con sus manos al entrar en su propia casa…

Dejó la madre aquellas ropas en el suelo y llamó a la puerta. La luna, cómplice, se escondió entre las nubes y volvió a oscurecer la noche para que la mujer pudiese regresar sobre sus pasos, volver a su casa, junto a su pequeña, sin ser vista.

Cuando el hombre abrió la puerta no vio a nadie…, sólo una sábana en el suelo y, dentro de ella, las prendas ensangrentadas que reconoció inmediatamente. Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en una mujer vestida de blanco que lo miraba desde lo alto del camino. Como perro rabioso, salió tras ella… quería alcanzarla… pero cuando estaba a punto de hacerlo, la luna se escondía de nuevo tras las nubes y lo dejaba entre sombras…; luego, a lo lejos, volvía a verla… y ella lo llamaba... y él la seguía… Y la siguió hasta lo más alto del monte. Allí la perdió de vista. Un aullido en la noche le hizo volverse atrás. La mujer morena de blanca tez estaba a su espalda; él no la conocía, pero ella lo llamó por su nombre. A su lado, un lobo blanco no dejaba de mirarle a los ojos mientras la mujer comenzó a hablarle:

-“Hasta aquí llegó tu día; ahora comienza tu noche. Has manchado de sangre tus manos y esa sangre… era de tu propia sangre…”

La luna se volvió a esconder. El lobo y la mujer desaparecieron. De las manos del hombre la sangre brotaba con fuerza y por más que quería secarla en sus ropas, no podía…

Un grito sordo y seco se dejó oír a lo lejos, en la noche. Para entonces, la madre ya estaba de vuelta en su casa, junto al lecho de su hija, descansando junto a ella. Levantó la cabeza de la almohada unos segundos, se aseguró de que volvía a reinar el silencio, y nuevamente acarició los largos cabellos de la niña hasta, por fin, quedarse dormida.

A la mañana siguiente, cuando el sol despertó al alba, el cuerpo del hombre yacía, con las manos ensangrentadas, en la ladera del monte.

Nadie lloró aquella tarde.


8 comentarios:

  1. Hola amigos:

    Cuenta una leyenda, que nunca existió, que en las noches de luna llena una mujer morena de blanca tez vaga por los montes gallegos, vestida con una blanca túnica y acompañada de un gran lobo blanco. En su vagar, arropan en su dolor a las víctimas de aquellos que no dudan en mancillar o hacer cualquier clase de daño a inocentes, sobre todo niños. Y, en esas noches, muchas veces los culpables se encuentran con el castigo que les depara el destino, o las consecuencias de sus actos, como se le quiera llamar. Lúa y el lobo son la señal. De esta leyenda inventada nacieron historias como “Sangre en las manos”, que hoy subo a mi blog y os invito a leer.

    Gracias por el acogimiento de “Puntos cardinales”, como ya comenté, algo diferente a lo habitual en este blog. Gracias por las visitas y por los comentarios.

    Biquiños


    Carmen

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  2. ha sido un texto que me ha atrapado desde el inicio hasta el final sin pausa alguna. muy interesante. besos.

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  3. Excelente relato, ojala fuera real esa dama
    Un abrazo

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  4. Precioso Carmen me ha encantado. Me entusiasman este tipo de relatos. Moitos bicos.

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  5. Que buen relato Carmen, me ha gustado mucho y el final como siempre sorprendente.

    un abrazo

    fus

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  6. Que magnífico relato Carmen, una leyenda que debe quedarse por los tiempos de los tiempos y de noche, hacerse realidad la dama y el lobo.

    Mi siempre abrazo, sabes que tampoco te olvido, ando medio pachucha, pero ya pasará a su debido momento.

    Cuídate mucho siempre y escríbeme porfis.

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  7. ¡pero qué texto tan bueno! me ha atrapado sobre todo el dramatismo sin aspavientos, y la ambientación. De algún modo extraño, sólo puedo imaginar esta historia en los montes y bosques gallegos

    besos,

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